La una, las dos, las tres, y es el tiempo el que ahora me ahorca de nuevo.
Antes eras vos y tu locura, ahora es el tiempo, tu ausencia, el reloj que establece el espacio mundial y las realidades que no diferencio mientras me exigen que trabaje en un departamento contable.
No sé lo que hago, no sé lo que digo, pierdo la cordura, me dirijo a personas que no tienen por qué recibir mis pedidos de auxilio a distancia.
Recibo y rechazo, recibo y rechazo, se me cierra el pecho y lo único que quiero es salir corriendo a la playa y mirar el mar hasta llorar.
Asumo que el origen de mi asfixia se debe a no estar haciendo exactamente lo que quiero.
A no poder accionar de acuerdo a mi sentir, a mi necesidad, a mi fluir.
De no poder olvidarme de todo, de no poder creerte, de poder creerme, de no saber de qué manera paso esto, de que manera llegaste a dejarme tirada, de que manera todo gira constantemente y que nada es para siempre.
Y quizas el siempre esté empezando a asfixiarme más que el nunca a raíz de una desilución, y esté empezando a asfixiarme más que el nunca.
sábado, 1 de noviembre de 2008
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