sábado, 8 de noviembre de 2008

La Histeria.

Tengo que tener ganas de aguantarme las ganas porque no tengo ganas de que algo me saque las ganas de ver.
Tengo más ganas de saber de dónde vienen mis ganas (y más esas que vienen cantando bajiiiiito y respetuosamente por la vereda de enfrente porque en la otra no hay lugar).
De todos modos tampoco hay por qué estar teniendo ganas de no tener ganas todo el tiempo. A veces sí, a veces no.
Histeria. Roces que pueden devolverme las ganas de romper las paredes de placer, algunas risas que pueden devolverme las ganas de rasguñar el piso, y algunos ojos que pueden devolverme las ganas de jugar.
Pero la histeria nace de otro lado. Nace de algo muchísimo peor. O mejor. O peor. Quizás peor ahora y mejor después. El después, igual, me lo meto en el orto al igual que al nunca, al siempre y a todas estas etiquetas temporales que me asfixian.
La histeria nace del no poder pero querer, intentarlo hasta que se prende la alarma pre-secuenciadora de la razón y avisa que es hasta 'aca'.
Te quiero, te toco, te rozo, te juego, te digo, te deseo, te aconsejo, te miento, te doy la espalda, te doy, me pongo cerca pero me alejo, me alejo pero te encierro de cerca,te peleo, te abrazo, te llamo, no te respondo, te dibujo, te borro, te hablo, no te escucho, repetilo, lo digo, 1,2,3... acción!!

Juguemos un ratito, igual, en cualquier momento me llaman para comer y no creo que me dejen salir de nuevo (a no ser que haya una muy buena excusa).

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